Uno de mis compañeros del colegio hasta no hace mucho se ganaba la vida con una especie de simuladores de coches y por lo que nos contaba le iba bastante bien, pero esa nunca fue su vocación eso solo se lo tomaba como un hobby. En su casa tenía una habitación solamente para jugar a los juegos de coches, tenía unos equipos informaticos industriales a medida con unos asientos con sus respectivos volantes y al parecer allí se vivían verdaderas competiciones. Pero nada parecido a lo que hacemos en casa de otro de mis compañeros de clase del colegio, en su casa si que jugamos torneos de verdad con sus trofeos y sus medallas. Da igual en qué posición hayas quedado, todos y cada uno se lleva su medalla, parecemos las ligas americanas de niños que les dan premio a todos por competir. Ese aspecto de los americanos para que todos los niños se vayan contentos a casa con su trofeo no lo entiendo, porque creo que a los niños hay que enseñarles a competir desde el comienzo y enseñarles que hay que esforzarse para conseguir lo que uno se proponga en la vida.

Hace ya bastantes años, cuando dejé el colegio y empecé el instituto, me metí a entrenar a u equipo de prebenjamines que no sabían absolutamente nada sobre el fútbol sala y me costó que entendieran de qué iba este deporte. Era algo que no entendía porque yo desde más joven que ellos ya era muy competitivo y no se me daba mal del todo golpear el balón. Al principio nos metían un montón de goles por partido pero al final ya conseguíamos competir como el resto de los equipos, aunque he de decir que hasta nuestro segundo año no conseguimos ganar nuestro primer partido. A esos niños los entrené desde primero de primaria hasta cuarto de primaria y fui testigo de que mi método de enseñarles deporte fue el correcto porque he visto cómo han crecido y que se han vuelto tan competitivos como lo era y soy yo, y por eso estoy muy orgulloso de ellos.