La cristalera

No diré que me gustan mucho las obras en casa. Al contrario, las aborrezco y, por eso, las suelo retrasar todo lo posible. Pero sé que casi siempre merecen la pena porque el resultado de una obra suele mejorar una zona del hogar. Y, bueno, en otras ocasiones es un aspecto imprescindible. Es el caso de la terraza, que por diversos motivos debía reformarse ya desde hacía bastante tiempo, pero siempre lo habíamos pospuesto.

No es que fuera una zona que frecuentásemos mucho antes de la reforma, ni siquiera teníamos unos muebles exterior terraza adecuados, pero con el tiempo se fue viendo que era necesario intervenir. Y es que había dos razones de peso para ello. Por un lado, las inclemencias meteorológicas. Debido a la posición de la terraza en una esquina y al viento habitual en la zona, cuando llovía se nos llenaba de agua. El hecho de estar de esquina era muy bueno para las vistas porque teníamos vistas en dos direcciones, pero para el viento y la lluvia… era otra historia.

Y, por otro lado, estaba el edificio de enfrente. Cuando llegamos a este sitio no había un edificio al lado. Había un descampado que había sido comprado por una empresa del sector inmobiliario que ya llevaba tiempo con el proyecto parado. Pero con la recuperación económica de hace unos años se apresuraron a construir. Y entonces nos dimos cuenta de que íbamos a tener más cerca de la cuenta a otros vecinos, así que tal vez un cierre nos venía bien. Y fue así como valoramos poner una cristalera para proteger la terraza matando dos pájaros de un tiro: por un lado, protegíamos el sitio de la lluvia y el viento en caso de necesidad. Y, por otro, nos aislábamos un poco más.

Bien es cierto que aún no han llegado vecinos al piso que está enfrente nuestro, pero nosotros hemos avanzado con la reforma para prevenir, y aprovechando hemos comprado muebles exterior terraza que bien que hacían falta. Y aunque no me gustan nada las reformas, el resultado en este caso, ha merecido la pena el esfuerzo.