No hay mal que por bien no venga

Dicen que los seres humanos somos los únicos animales que tropezamos dos veces con la misma piedra. Pues yo debo ser otro animal distinto porque puedo tropezar diez. O doce. Pero, por otra parte, tengo una gran capacidad de sacrificio de forma que casi siempre termino por evitar las dichosas piedras, aunque me lleve toda una vida. Otros, en cambio, acaban por aceptar sus debilidades, pero a mí me cuesta, trato siempre de ir hacia delante. 

Con el tema de la alimentación me he pasado la vida perdiendo y ganando pequeñas batallas cotidianas y he podido sacar algunas conclusiones durante todo este tiempo. Una de ellas es que una situación de estrés, paradójicamente, suele facilitarme comer de forma más saludable. A la mayoría de la gente le sucede justamente al revés y tiene lógica, pero conmigo nada sucede con mucha lógica.

Así es que con todo esto del confinamiento que a muchas personas les ha traído de propina unos kilos de más, a mí me está pasando al revés. Al pasar más tiempo en casa cuido más la comida. Preparo muy bien las compras que voy a hacer y solo incluyo cosas saludables: pavo, mucha fruta, verdura, yogures con bífidus, etc.

Al contrario, cuando más relajado estoy suele ser la antesala de algún que otro trastorno alimenticio. De hecho, en verano suelo coger algo de peso. La mayoría de las personas que conozco adelgazan en verano y engordan en Navidad. Pues yo, justo al revés. La Navidad me pone un poco de los nervios y con tal de llevar la contrario, paso del turrón y los dulces y sigo con mis yogures con bífidus.

Desde que empezó todo este tema del virus, supe que era un momento malo para muchas cosas, pero no para la alimentación. Cuanto más tiempo paso en casa mejor como. Lo que a mí me perjudica es comer fuera, viajar mucho y una vida ajetreada. Si estoy tranquilo en casa y con las cosas controladas, al menos sé que comeré mejor. No hay mal que por bien no venga.