La tarta de mi cumple 

Es el mundo al revés: cuando era un niño no me gustaban mucho las tartas de cumpleaños. Me gustaba el dulce como a cualquier niño pero por alguna razón no me iba lo de asociar el cumpleaños a la tarta. Tampoco es que me gustasen mucho las fiestas de cumpleaños… y ahora menos, pero eso es otra historia. La cuestión es que con el paso de los años sí que le empecé a pillar el gusto. 

Y todo comenzó con una tarta que me preparó mi novia por aquel entonces: una deliciosa tarta de la abuela repleta de chocolate. Recuerdo que la ayudé un poco en su confección: usamos chocolate negro, mantequilla natural, galleta, flan, etc. Todo rico solo, así que combinado mucho más. No es que ella fuera la mejor repostera del mundo pero yo no estaba acostumbrado a las tartas, así que la devoré y disfruté. Y a partir de aquel año ya no sería lo mismo un cumple sin tarta.

Y ahora que se acerca otra vez esta fecha “tan señalada” (para mí, claro), y pese a que ya no me gusta nada cumplir años, todo sea por la tarta. En mi barrio hay una pastelería (todavía se llama así, nada de bakery) que tiene una repostería top. No es nada barata, eso sí, pero una vez al año, no hace daño. Esta vez creo que dejaremos nuestros experimentos para otra ocasión. La última vez que hicimos una tarta usando nuestros “ingredientes secretos” flan, mantequilla natural y toneladas de chocolate, no salió del todo bien.

Y es que en esta pastelería tienen un montón de opciones, desde la clásica sacher o almendras o tartas más elaboradas y singulares. Recuerdo que la primera vez que compramos una tarta en ese sitio fue una de chocolate blanco y mango. Tanto nos gustó que fue la tarta que compramos para el primer cumple de nuestro hijo: fue una excusa para comerla nosotros porque él todavía era muy pequeño para tartas. ¿Y cuál pediremos este año? Tenemos bastantes dudas, hay días que prefiero apostar por algo clásico y otros que prefiero algo que me impacte. Bueno, de lo que es seguro es que habrá tarta.